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De Tulum a Punta Laguna y Cobá

Reserva_Punta_Laguna

Este viaje comenzó en Tulum y aunque breve, pues fueron sólo tres días, disfruté de esta aventura inolvidable por el Caribe Mexicano y la selva maya.

Lunes. Llegué alrededor de las 08:00 am al aeropuerto internacional de Cancún. Sí, bastante temprano porque sabía que el traslado de la entrada al mundo maya hasta Tulum me llevaría casi medio día. Entre bajar del avión y recoger la maleta transcurrieron 30 minutos más.

Abordé el autobús directo a Playa del Carmen para enseguida tomar el siguiente transporte a Tulum. Esto me permitió ahorrar tiempo y llegar lo más pronto posible al hotel Kin – Há Playa, ubicado a la orilla de la playa en la carretera hacia Boca Paila. Un lugar acogedor, con una decoración vintage en tonos blancos y azul turquesa que contrasta a la perfección con el color del mar y la finísima arena que caracteriza a este paraíso.

Tuve que realizar una escala técnica en el pueblo, porque seguramente les ha sucedido que con la emoción del viaje olvidan algo en casa, para comprar un cargador. De lo contrario el teléfono moriría en cualquier momento; fue grato encontrar casi de inmediato un lugar donde adquirir este tipo de artículos… Así que mientras estén en el pueblo, confíen que hallarán lo que necesiten y siempre habrá una persona que les oriente.

A las 02:00 pm pisé mi lugar favorito de la Riviera Maya. Lety, la gerente del hotel, me brindó la bienvenida; conversamos mientras realizaba el check in, después me ayudó y finalmente, me instalé en la habitación. ¡Qué cansancio! No obstante, sabía que el ajetreo de este día se compensó al sentir las olas en mis pies y el calor de sol en la piel.

La mañana en Tulum desde Kin - Há Playa, ¡qué tranquilidad! / Foto: Karina Pérez

La mañana en Tulum desde Kin – Há Playa, ¡qué tranquilidad! / Foto: Karina Pérez

El resto de la tarde transcurrió en la hamaca a ratos con un vaivén que frenaba mi pie hundido en la arena, retomando una lectura postergada que disfruté sin parar; agua de coco y una ensalada fresca de La Cocina de Corina, el restaurante del hotel.

Supe que en Tulum, a la orilla de playa, no hay energía eléctrica porque es una forma de preservar el medio ambiente. Así que si tienes internet es porque el módem se conecta vía satélite. ¡Tampoco pienses que la noche transcurre entre velas y antorchas o fogatas! Varios hoteles aprovechan la luz solar o bien tienen una planta para iluminar tu estancia.

Antes de que anocheciera, Lety me preguntó que cuál era mi plan para el martes, “ninguno, ¿sabes? Mañana es mi cumpleaños y decidí regalarme un amanecer en Tulum, aunque si tienes sugerencias, ¡son bienvenidas! Quería ir a Sian Ka’an, pero sólo estaré hasta el miércoles […]”, respondí y recibí tres propuestas de recorridos. Me convenció el de Punta Laguna y Cobá por inmediato y precio (tuve un descuento, vale la pena decirlo), acepté.

Al siguiente día, Nelson de Mexico Kan Tours pasaría puntualmente por mí.

Martes. Desperté por tan ansiado regalo. Salí de la habitación y por un momento –como el día ya era muy claro– pensé que me había perdido de lo mejor. ¡No, no era posible. Puse la alarma! Tomé asiento en la arena fresca y vaya sorpresa… El sol, las nubes, la sincronía con las olas y colores que la naturaleza y este lado del Caribe Mexicano dan, deja sin palabras, ¡qué festejo de la vida!

08:00 am Nelson, un guía veracruzano, llegó. Qué amabilidad la suya y el detalle de un ‘pastelito’ se agradece porque sin éste no hay cumpleaños.

Madrugar para darle los buenos días al sol en Tulum. / Foto: Karina Pérez

Madrugar para darle los buenos días al sol en Tulum. / Foto: Karina Pérez

Con él venía una pareja de Canadá e iríamos a recoger a un par de turistas italianos. Así que imaginen el tour: español, inglés e italiano.

Camino a la aventura…

Nelson comenzó a describirnos las actividades. Primero, en la Reserva de Punta Laguna, antes de caminar por la selva, pediríamos permiso para entrar con una breve ceremonia maya. Llegaríamos a un punto alto para cruzar la laguna a través de la tirolesa, luego remaríamos un poco y por último refrescarnos en el cenote.

‘Yuum bo’otik’ o Gracias

La ceremonia consistió en pedir permiso a los aluxes, a los puntos cardinales y a la misma selva para andar. Todos tomamos una bebida especial, una combinación de agua con miel y agradecimos en maya (Yuum bo’otik) la oportunidad de caminar esta tierra.

Yo tenía mucho que celebrar y agradecer en ese momento. Piensen en la combinación de los cantos de las aves, los ruidos de los monos que veíamos pasar entre los árboles y el olor a copal. Sólo de recordarlo se me enchina la piel. Comenzamos a caminar, ahí un joven maya fue nuestro segundo guía. Él estudió biología, habla cinco idiomas y decidió regresar a su comunidad para mostrar qué hay en ella. Quizá parezca increíble e indudable, conocen a cada mono, les dan un nombre; saben cómo se mueven dentro de la reserva y a qué hora… Ese es su trabajo, la selva es su vida y por eso es que la cuidan.

Cuando llegamos a la parte más alta, a la tirolesa, decidí ser la última. Puro nervio y adrenalina. Pasaron los italianos, luego los canadienses y ¡allá fui! Qué forma de ver la selva, la vida; de emocionarse y sí grité, respiré hondo y volvería a hacerlo más y más veces. Del otro lado, otros miembros de la comunidad nos esperaban para evitar accidentes y Nelson también estaba al pendiente. Además estaban listos los botes así como los remos para cruzar.

Le propuse a los italianos que ellos remaran mientras yo les tomaba fotos y video, no les pareció mala idea y así llegamos al tierra firme, luego fuimos al cenote. Para descender nos colocaron un arnés, por seguridad, tampoco se trataba de llegar y aventarte un clavado… Refrescante, sorprendente, mientras flotaba miré hacia abajo y un hermoso pez gato andaba por ahí. Nelson explicó el significado que estas cuevas tenían y aún tienen para los mayas: esa conexión entre la vida y la muerte; la analogía de estar en ellos y haber estado en el vientre de la madre. Uno a uno fuimos subiendo, lo pesado no fue la bajada, sino la subida. Trepar la escalera que nos llevaría de vuelta es casi como un WOD en crossfit –ok, menos intenso–.

Perdimos la noción del tiempo, pero sabíamos que era hora de comer. Todos lo sentíamos. Así que antes de recorrer la zona arqueológica de Cobá, fuimos a un restaurante en donde el bufet era sin duda comida mexicana y típica de la región, ¡cochinita y tortillas recién hechas!

A rodar en Cobá

La parte final de este recorrido culminó en la zona arqueológica de Cobá. Cabe señalar que el costo de la excursión de Mexico Kan Tours ya incluye el acceso a las ruinas así como el uso de la bicicleta dentro del área.

Desde las alturas, parece que la selva maya no tiene fin. / Foto: KarinaPérez

Desde las alturas, parece que la selva maya no tiene fin. / Foto: KarinaPérez

Nelson detalló en tres idiomas el desarrollo de este pueblo además de las características de los vestigios. Al igual que otros sitios de pirámides y monumentos en México, aún falta mucho por hallar; no obstante lo que emerge en medio se la selva maya es imponente. Anduvimos alrededor de 30 minutos, llegamos a un punto en el que para continuar era necesario pedalear (para hacer ameno el trayecto) hasta topar con la famosa pirámide de Nohoch Mul. Puedes subirla, sólo ten precaución porque los escalones están incompletos, los bordes pueden ser peligrosos, y si tienes miedo a las alturas mejor permanece abajo, aunque honestamente lo mejor te espera en la cima.

Pedalear en la selva será una experiencia muy grata. / Foto: Facebook Mexico Kan Tours

Pedalear en la selva será una experiencia muy grata. / Foto: Facebook Mexico Kan Tours

Al descender hay una cuerda, hazlo con cuidado y como todo lo que inicia debe terminar. Así transcurrió mi segundo día por otro punto de Quintana Roo. Claro la agencia te devuelve a tu hotel sano, a salvo y feliz.

Miércoles. Hora de partir. Si bien no era momento de regresar a la Ciudad de México, sí a Cancún para retomar el trabajo.

Un smoothie de frutas para disfrutar la mañana en Tulum mientras esperaba a Lety, despedirme de ella y agradecerle la gran sugerencia de este brevísimo viaje.

¡Hasta siempre, Tulum!

 

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